Soy, lo confieso, fanático de Legión (y somos muchos).
Porque Legión es arte y, principalmente, es poesía.
Poesía que está presente en el collar de lenguas -algunas, a su vez, con piercing- que luce el apocalíptico jinete de la destrucción. Poesía en una corona compuesta por tus propios brazos arrancados que al mismo tiempo sostienen el cuenco para tus lágrimas.
Es así, está todo dicho. Una vez que el demonio escucha la llamada del arte ya nada puede superarse en creatividad; aunque sea utilizado para la aniquilación y la destrucción el muestrario artístico es soberbio, definitivo.
Tras el arribo de Legión nadie queda a salvo de su eterna y macabra poesía.

Legión, de Salvador Sanz - Ovnipress (2008)
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