"Además, Sadbøi, hay mil formas de dibujar ´mi infancia´... ¿Tenías que elegir imágenes tan horribles?"

Tengo en mis manos un libro de aspecto diferente, corrido unos milímetros de lo usual. Sin texto en la contratapa, aunque con una imagen que transiciona de emoji a grito de guerra. Una ilustración de portada por lo menos intrigante. Título moderno, geométrico...
Y el nombre del autor que me suena de algo: Berliac. ¿Qué había visto de Berliac? ¿Alguna Fierro, tal vez? Recuerdo su nombre sonóramente exótico, pero no lo asocio con obra alguna. Busco y rebusco en mis recuerdos y mi cultura comiquera (que nunca, nunca, es suficiente) y no logro dar con algo que me funcione de sostén para identificar al autor. Igual me alcanza la musicalidad y la intriga de su nombre para abrir el comic y comenzar a leerlo.

Menos mal.

Encuentro un comic serio, tratado con seriedad y al que leo seriamente. Una historia que plantea preguntas, inquietudes, pensamientos, diatribas de los tiempos modernos. Narrada con un estilo frío, metálico y con mucho movimiento; con curvas -principalmente las sombras-, que se cuelan entre las estructuras duras. Un claroscuro siempre protagonista.

Es un comic perfecto, a tal punto que ahora con seriedad recomiendo Sadbøi, de Berliac.


Sadbøi, de Berliac - La Pinta (2017)
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