Leo “El Pozo” y siento que conozco a todos los personajes, a todos los habitantes de este pueblo: desde la maestra al comisario, pasando por padres, madres, parejas, adultos y jóvenes.
Leo “El Pozo” y me hundo en este pueblo pequeño. Soy testigo privilegiado de un acontecimiento que desencadena el infierno grande y, aunque -de momento- no conozco el desenlace, eso no importa. Lo que vale es presenciar cómo los habitantes se condenan unos a otros y a sí mismos. El que calla otorga y el que habla inventa.
Partiendo de la base de que todos hacen lo que pueden y, en su fuero interno, creen tomar la decisión correcta, puedo entender sus reacciones ante los hechos, pero mi posición privilegiada me permite juzgar y decir que todos toman malas, pésimas, decisiones y, así, alimentan las llamas.

“El pozo”, de Lauri Fernández - Maten al mensajero (2017)
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